Trabajar en InSight significa trabajar de la mano de nuestros clientes, donde y cuando nos necesiten. Recientemente estuvimos en la selva boliviana, donde vivimos anécdotas y una serie de aventuras, algunas divertidas, otras más extremas, pero lo que sin duda más nos marcó, fue ser testigos de un sin número de ejemplos del coraje, fuerza, adaptabilidad y del amor de las mujeres.
En cada uno de nuestros recorridos por ríos, carreteras destapadas y caminos en medio de la selva, encontramos historias maravillosas de hombres y de mujeres que luchan por sus hijos, que sueñan con estudiar, que cuidan a sus padres, que sienten amor profundo por lo que hacen y lo transmiten a su entorno. Sin embargo, como mujer, para mí fue impactante escuchar las historias de las mujeres que alimentan su fuerza y generan escenarios más positivos para quienes las rodean, en medio de las difíciles circunstancias en que viven. Mujeres en diversos roles, que nos regalaron enseñanzas sobre el verdadero significado de la resiliencia, en medio de un mundo donde cada día se nos exige más, donde pareciera que el éxito se debe alcanzar a como dé lugar.
Y una de esas mujeres es Cecilia, quien trabaja hace 14 años en una fábrica que procesa el producto más famoso del departamento del Beni. Hablar en público le cuesta y su timidez fue evidente en el momento mismo en que ingresó en la sala donde nos reunimos, porque aunque la invité a tener una charla relajada, fue una situación poco habitual para ella. Empecé tratando de ´romper el hielo´, preguntándole por su trabajo y por temas cotidianos, para ir pasando a una conversación cada vez más personal. En ese momento, empecé a conocer a Cecilia, la mujer.
Cecilia es madre de 3 hijos de 24, 18 y 12 años y, actualmente, vive con su hija menor y con sus padres, a quienes acompaña y sostiene económicamente. Antes de empezar a trabajar en la fábrica, era ama de casa, sin embargo, cuando el amor se acabó y se separó, tuvo que asumir las riendas de la casa y de su familia, lanzándose a trabajar en el que hasta ahora ha sido su único empleo. Al preguntarle sobre sus inicios en este trabajo, recuerda que al principio sólo iba los domingos, cuando se le permitía ingresar a la fábrica a aprender el proceso, y poco a poco fue asumiendo tareas pequeñas con las que ganaba el jornal.
Hoy después de tantos años, se siente muy orgullosa de su camino profesional, pues le permitió educar a sus hijos (los mayores ya son profesionales y formaron sus hogares), y pagar la casa donde hoy vive. Y es que, sin lugar a duda, para ella la empresa es como su segundo hogar, ya que le ha ayudado a superar sus dificultades y le ha dado motivos para seguir adelante.
Al preguntarle por sus sueños, la timidez vuelve, se frota las manos, mira al suelo y, al fin, empieza a contarme que su sueño es llegar a ser supervisora del área en la que trabaja. No obstante, me sorprendió escucharle decir que no se siente con la capacidad para liderar a sus compañeras, después de todo lo que me contó y de toda la fuerza que ha demostrado para superar barreras.
Por ello, en lugar de seguir con las preguntas, pasamos a reflexionar sobre el valor que ha tenido para enfrentar cada una de las pruebas de su vida, y por ello decidí plantearle un reto: hacer un pacto de resiliencia, que consiste en mi compromiso de regresar a Bolivia cuando ella logre su propósito de ser supervisora, y sentarnos nuevamente, pero esta vez para celebrar su fuerza y su determinación. Lo mejor, es que el reto fue aceptado y aquí estoy esperando (y algo me dice que no por mucho tiempo) el mensaje de Cecilia notificándome su nuevo logro. Me encanta la idea de pensar que pronto estaré comprando ese pasaje.
Y así como Cecilia, muchas mujeres tendemos a dudar de nuestras capacidades, por eso, parte de lo que podemos hacer desde el desempeño social, es trabajar con las empresas para abrir espacios y nuevas oportunidades donde ellas encuentren su lugar, en donde puedan brillar y aportar todo el potencial al desarrollo de las empresas, y eso es un paso más para abrir caminos a la equidad.